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Alkaendra es muy distinto a la tierra en un aspecto muy importante: el número de especies sintientes o inteligentes.
La Era de los Nacimientos comenzó con la aparición
de los Añorados, la primera especie sintiente que
respiró el aire de Alkaendra. Surgieron por todo el continente,
pero se asentaron principalmente en las tierras
de lo que hoy es Llaeredh, en el Gran Bosque de
Sagareda y en algunas islas del Syndalla. Eran unos seres
grandes, inteligentes y sensibles, amantes de la naturaleza,
la vida y la verdad.
Tiempo después aparecieron
los Kuannachta y los Ugara, asentándose los primeros
bajos las montañas pues amaban la calidez de la roca, y
los segundos por encima de estas pues amaban el viento
y el sol. Las relaciones fueron tensas, pero los Khalyva
y los Kuannachta no tardaron mucho en aliarse contra
los salvajes Ugara, cuya concepción del mundo era muy
distinta.
Tres siglos más tarde aparecieron los Dun
Hannár, los Rau´Mena´Kai y los Nidanyira, que se
asentaron en bosques y pantanos. Les seguirían los
Ylmarys, los Hryeth y los Humanos, que terminarían
desequilibrando la situación debido a sus cortas vidas y
a su altísima tasa de fertilidad.
Poco a poco, toda la
superficie de Gahaedha comenzó a ser poblada, y las
grandes migraciones que enriquecerían el folklore de las
culturas que irían surgiendo con el tiempo, iniciaron
una serie de eventos que condicionarían el resto de la
historia.
Esta Era terminó con la enigmática e inesperada
aparición de los Xyarjarbajo las montañas del
mundo.
Habían pasado más de dos mil años desde que
el primer Khalyva había comenzado a soñar bajos los
cielos del mundo.
La Era de la Sangre se denomina así por los grandes
enfrentamientos y batallas que se sucedieron mientras
los pueblos migraban y buscaban lugares donde asentarse.
El antiguo lago de agua dulce que se asentaba
donde lo hace el actual Syndalla, fue invadido por una
catastrófica inundación de agua marina que le daría su
aspecto actual, afectando a las culturas que allí se
asentaban y acabando para siempre con las más desafortunadas.
Los Humanos comenzaron a extenderse por
todas las tierras, expulsando al resto de las especies
hacia territorios menos favorecidos para el desarrollo.
Los Kuannachta comenzaron a perder parte de sus
reinos subterráneos frente a los Xyarjar y los Hryeth,
oscureciendo para siempre los corazones de piedra que
eran el centro espiritual de sus asentamientos.
Los
Nidanyira se convirtieron en plagas, y comenzaron a
emigrar hacia las ciudades de otras especies como los
grandes oportunistas que siempre han sido.
Pero el
hecho más triste fue la división entre los Khalyva, ya
que algunos de ellos se llenaron de odio y se convirtieron
en las criaturas más poderosas y temidas que
Alkaendra haya visto jamás: los Zadaritas.
Fue una época de enfermedades, guerras, muerte y decadencia;
muchos imperios crecieron y murieron, como el
de los Señores de los Árboles, y las naciones de la actualidad
comenzaron el largo camino hacia la historia y el
poder.
Los Humanos son la especie sintiente más extendida
en Gahedha, ocupando la mayor parte de los territorios
en la superficie del continente. Su adaptabilidad a todo
tipo de ambientes y su tenacidad para superar la mayoría
de los inconvenientes, les ha llevado a ocupar y habitar
territorios que otras especies no desean, o a arrebatárselos
por la fuerza del número, ya que, a excepción de los
Nidanyira, son los más prolíficos de todos los seres
inteligentes de Gahaedha.
Hay muchas variedades diferentes en el gran grupo
que engloba la humanidad, no sólo a nivel étnico y morfológico,
sino también en lo cultural, moral o religioso.
Existen muchos tipos de color de piel, de
forma y color de los ojos, de pelo y de
los rasgos, y a lo largo de la historia el
mestizaje se ha producido hasta tal
punto, que hay muchos términos intermedios.
En Gahaedha predominan la tez
blanca en el este, excepto en Panlho y
en Âra donde la población es mayoritariamente
de piel negra. En
Phaukahára y Klandama tienen
un tono de piel moreno, y
pelo y ojos oscuros. En Yizaràde,
Navaetharu y Tyethsinnúma
abundan los hombres
altos, de tez pálida, y con el pelo
y los ojos avellanados claros. En
Taechkka se ha producido una
fusión, y debido al continuo ir
y venir de los pueblos las
etnias son muy variadas.
En las orillas del
Syndalla predominan los
Humanos de tez bronceada con ojos ligeramente almendrados,
pero no es difícil encontrar vestigios de los
antiguos Señores de los Árboles, que eran de baja estatura,
de fuerte musculatura y de rasgos faciales delicados y
poco prominentes. Por lo general, el Humano masculino
suele medir entre unos 1,50-1,80 metros de estatura
y pesar entre 60-100 kilos; mientras que las Humanas
oscilan entre el 1,40-1,70 metros de altura y entre 45-70
kilos de peso.
Las sociedades humanas van desde las más primitivas
y salvajes que sobreviven como pueden en lugares
recónditos de las montañas y los desiertos, hasta las
grandes civilizaciones herederas de los Khalyva en el este
y las más complejas y guerreras del oeste, como Urankko
o Lhur.
La especie humana es combativa por naturaleza,
más rápida en actuar que en pesar, lo cual les lleva a
grandes logros y a estrepitosos fracasos. Sin embargo
también han sido capaces de desarrollar un arte hermoso
y lleno de riqueza, quizá debido a que su vida es
relativamente corta y a que suelen vivirla con intensidad.
Sus religiones, ya sean heredadas u originales, son
las más variadas de todo Gahaedha, centrándose
en muchos aspectos naturales
y de la mente humana. No hay
una tendencia general, sino que existen
multitud de corrientes de
pensamiento, que en muchos
casos son antagónicas y acaban
llevando a los conflictos
armados.
Es la especie que más
ha desarrollado y potenciado
el mentalismo, ya que al ser la más
débil de todas en este sentido exceptuando
a los Nidanyira y los
Taengryza, es vulnerable. Hay
multitud de escuelas y de maneras
de entender las Vías de la
Mente.
Los Humanos siente
afinidad hacia los Kuannachta,
pero eso no implica
que no hayan existido
enfrentamientos o que la
violencia entre ambas
especies no siga ocurriendo.
Adimiran y respetan a los Dun Hannár, toleran a los
Taengryza -aunque no son tan magnánimos con los
Ylmarys- y encuentran molestos y peligrosos a los
Nidanyira. Sienten un odio mutuo hacia los Xyarjar a pesar de que ocupan hábitats muy diferentes.
Los Kuannachta, los Hijos de Kuann, Señor de la
Tierra, parecen estar siguiendo el destino de sus
antiguos aliados Khalyva, pues sus números decrecen
continuamente. Las continuas guerras en el Mundo Sin
Luz contra Hryeth y Xyarjar, han diezmado y mermado
su población hasta el punto de que prácticamente han
desaparecido del oeste del continente, donde
antaño eran numerosos y temidos. Ahora
sólo resisten los baluartes y fortalezas
del este, y nadie sabe durante cuanto
tiempo más se oirán sus voces
sobre el mundo, o se verán las
bellas obras de artesanía que elaboran.
La Roca se lamenta ante
su pérdida.
Los miembros de esta especie
son delgados pero muy
fuertes, de movimientos gráciles
y de baja estatura. Habitan en
moradas subterráneas bajo las
montañas, donde su conexión
con la Roca Primigenia, el
lugar que según su mitología
les dio vida, es
más cercana. Pueden ver tanto
en la oscuridad como con
la luz del sol. Son capaces de
orientarse en cualquier lugar,
ya que sienten la presencia de
unas líneas de energía -el magnetismo
de Gahaedha- que ellos
conocen como Pulsos de
la Tierra.
Las hembras son
más altas que los machos
y no superan nunca el
metro y medio de estatura. Lo normal en ellos es entre
1,20-1,35 metros. Su piel suele ser muy blanca, no rosada
como la de los humanos, especialmente la de los que
salen del Mundo Sin Luz. Aquéllos con espíritu aventurero
adquieren un tono muy oscuro de piel a la vez
que ésta se arruga, que es el estado en el que suelen verlos
la mayoría de las especies de la superficie. Cuando
son jóvenes, el color del pelo suele ser similar en variedad
y textura al de los humanos, pero al ir envejeciendo
adquieren tonalidades más exóticas y con brillo
metálico debido a la ingesta continuada de líquidos
ricos en minerales durante sus rituales sagrados. Los
machos dejan crecer minerales en huecos que realizan
en sus dientes, con los que indican su posición social y
sus logros; mientras que las hembras hacen algo similar
bajo la piel de la parte superior de su pecho superior
izquierdo. Aunque las hembras suelen dar a luz entre
dos y cuatro crías por parto, mucha de ellas no soportan
el desarraigo de la Roca Primigenia y fallecen
en las Piedras Natalicias. Las
relaciones entre hermanos Kuannachta
son mucho más fuertes que
en cualquier otra especie, debido a
que comparten el intenso dolor del
nacimiento y el alejamiento de la
esencia creadora.
Su cultura es avanzada, siendo
especialmente importantes sus
conocimientos de metalurgia: la
calidad de sus armas y armaduras
es conocida en todo el
continente, y se debe a la
capacidad de manipular
de la roca y los minerales
mediante poderes
innatos a su especie.
Los pueblos Kuannachta
mantienen relaciones
aceptables con algunas culturas
humanas y con los Dun Hannár.
Sus tratos con los Taengryza
suelen ser más cautos, ignoran a los
Nidanyira y luchan a muerte contra
Xyarjar y Hryeth, con quienes compiten
por la comida y el asentamiento.
Los Nidanyira son una especie muy peculiar, a la que
muchos odian y que muy pocos consideran sintiente o
inteligente. Se cree que se originaron en los bosques profundos
del continente, y aún existen en ellos algunas
variedades, en un estado de salvaje primitivismo. Ahora
muchos grupos se han instalado en las ciudades, en las
alcantarillas donde obtienen la humedad y el alimento
que necesitan. Pelean contra las ratas, pero son aún peores
para los pobladores de los lugares donde se asientan
ya que son más inteligentes que éstas. Sin embargo, en
algunas ciudades se han acostumbrado a ellos y se les
permite vivir e incluso trabajar en algunas tareas que
resultarían peligrosas o poco apropiadas para muchos.
Sus camadas son grandes, pero su mortalidad, debido a
su gallardía, también es muy alta.
Han pasado prácticamente
desapercibidos en la historia
del mundo de los
Gigantes, como ellos llaman
a las otras especies
de Gahaedha, y sólo se preocupan
por sobrevivir.
Sus pequeños cuerpos,
esconden una energía tremenda.
Nadie sabe por qué,
pero son temerarios y aguerridos,
y de la palabra miedo no
aparece en su vocabulario. Se
cuentan historias de uno sólo de
ellos cargando contra una
manada de Ylmarys macho
en celo, algo que no osaría
hacer una partida
de guerra Hryeth o un
destacamento de infantería
Humano bien armado. Son relativamente fuertes y
ágiles, especialmente los machos, y en número suficiente
pueden resultar letales. No miden más de cincuenta centímetros
de altura en ningún caso, y apenas alcanzan los
seis o siete kilos de peso. Sus ojos están adaptados para
muchos ambientes, y ven muy bien en la oscuridad y
bajo el agua, aunque se resienten a plena luz del día,
pues la claridad es demasiado brillante para ellos. Su
olfato es legendario, y pueden oler comida a kilómetros
de distancia. Por comida entienden todo aquello de origen
vagamente orgánico y no suelen andarse con
sutilezas.
Existen muchas variedades de ellos, adaptadas más a
unos u otros ambientes y al alimento más abundante de
las cercanías. Los que habitan en las alcantarillas del este
suelen estar muy bien adaptados para la natación, mientras
que los de los bosques lo están para trepar y saltar
de rama en rama.
Sus sociedades suelen ser tribales, con fuertes lazos
familiares potenciados por sus creencias religiosas.
Impera la ley del más fuerte, y se ritualizan las peleas
para que no se produzcan más muertes de las necesarias
para asegurar la supervivencia. A un líder se le exige aún
más valentía y temeridad que a los demás, por lo que la
elección de éstos suele
suceder cada pocas
semanas, siendo
un sistema muy
dinámico. La descendencia
se otorga
por vía materna,
y son
ellas las
que se
encargan
de
los ritos chamanísticos
y
de la espiritualidad
de la tribu.
Creen que las almas
de los que
mueren pasan
inmediatamente
a recién
nacidos dentro de la misma
familia y se jactan del número de nacimientos
por el que cada uno de ellos ha pasado, pese a que
no recuerdan gran cosa de sus vidas anteriores.
Curten pieles de rata y de otros animales pequeños,
gustando de adornarse con todo aquello que encuentran.
Sus armas son de metal, pero es muy raro que las
forjen ellos mismos, prefiriendo pulir y afilar los pedazos
que otros desechan. También usan el hueso, la madera
y, en algunos casos, hongos y hojas.
Los Dun Hannár son la especie menos belicosa y
más amante de la vida que existe en el mundo de
Alkaendra. Conocidos por muchos como los Curadores
o Protectores de la Vida, jamás provocan la muerte de
ninguna criatura viva. Cuando esto ocurre por accidente
entran un estado de melancolía tan profunda que acaban
muriendo a los pocos días. No portan armas, salvo
látigos o boleadoras que emplean para defenderse de
quienes intenten de atacarles. No hacen
ningún tipo de distinción a la hora de
curar; curan a todos por igual, sea cual
sea su bando o especie. Les gusta
conversar, y son muy inteligentes
y cultos. Han desarrollado
un lenguaje manual para
comunicarse con otras especies
debido a la dificultad
de estas para entender la
variedad tonal de su expresión
oral, que en las últimas
generaciones ha sido
adoptado por los mercaderes
de muchas tierras y
se ha convertido en una
lengua comercial en el este
de Gahaedha.
Su cuerpo serpentino está
blindado por unas placas de colores
metálicos de una substancia
similar a la quitina, que les confieren
gran protección. Suelen llevar
sus Cilios Curadores ocultos
entre las espinas
radiales de su espalda,
que son mayores en la
hembras, para protegerlos
debido a su tremenda
delicadeza. Si un
Dun Hannár pierde todos sus
Cilios enloquece sin remedio, siendo una de las peores
torturas que se les puede infligir. Detectan el infrarrojo
y el ultravioleta, además de tener un olfato aún más
extraordinario que el de los Nidanyira, lo que les permite
determinar con más precisión el mal que aqueja a
quienes van a consultarles.
Se cree que se originaron en los bosques pantanosos
que antiguamente se extendían por la costa sur del
Syndalla, aunque pronto se adaptaron a un existencia
arborícola. Amaban a los Khalyva, con quienes compartían
el amor por la vida y la alegría. Cuando se
empezaron a desarrollar las culturas urbanas tanto el
superficie como el interior de Gahaedha, se dirigieron a
las ciudades para continuar su labor como curadores, ya
que se dieron cuenta que allí serían más necesarios. Se
han convertido en una estampa familiar, respetada y
admirada en casi todos los asentamientos del continente,
incluso en los pocos emplazamientos Xyarjar
donde se les permite vivir y no se les persigue como si
fueran animales.
Algunos de ellos creen que
fueron creados por Faéfva, El Aliento
Vital, que los Añorados conocían
bajo el nombre de Hada
o Hadal. Por eso dedican
su existencia a curar y proteger
este aliento hasta
que llega la hora en que
Saurakóra reclama el alma
de los vivos. No son enemigos
de la muerte,
pues saben que
es tan fundamental
como la vida, pero
no dejarán que esta llegue
antes de tiempo si pueden
evitarlo. Aborrecen especialmente
a los No-Vivos, por la
corrupción que su existencia
significa para el Aliento Vital.
Alcanzan cerca de tres metros
de longitud, pero suelen
mantener por respeto una
altura similar a la de aquéllos
con los que estén hablando. Los
machos son un poco más corpulentos
que las hembras, y ambos sexos son
ligeros, con pesos que oscilan entre los 50 y los 80 kilos.
No suelen llevar ropas, y cuando lo hacen suelen
vestir arneses de cuero ligeros y adornados, o túnicas
abiertas de tejidos frescos.
Los Taengryza son un tipo especial de Ylmary. Uno
de cada cien nacimientos da como resultado un Ylmary
cuya capacidad intelectual le permite ver más allá de la
comida, las primitivas relaciones tribales, y evitar el celo
que provoca el cambio de forma y comportamientos de
los machos. No tienen tanto apego a las costumbres y los
tradicionalismos, suelen tener espíritu aventurero y
gozan de la compañía de otras especies a las que aprenden
a comprender y respetar. Se les puede ver en
muchas ciudades de Gahaedha, compartiendo sabiduría
y compañía con aquéllos que deseen hacerlo.
Anatómicamente hablando, los Taengryza no se
diferencian nada del resto de los Ylmarys. Tienen seis
extremidades, son tremendamente fuertes y grandes,
alcanzando los
dos metros de
altura y superando
los doscienta
cincuenta
kilos de peso.
Las hembras son
mucho más gráciles y
tranquilas que los machos,
pero son mucho más peligrosas
que éstos si están
criando. Pueden comunicarse
a través de la piel, mediante dibujos
iridiscentes que sólo los
de su misma especie pueden
reconocer. No poseen ojos,
sino que tienen unos ecolocadores
mucho más eficientes que los de los Xyarjar que
les permiten ver con los sonidos. Este modo de mirar el
mundo es lo que provoca la extraña sensación que todo
ser siente en los huesos cuando está cerca de un Ylmary.
Sus huesos tienen en su interior una especie de aceite ,
muy combustible, que les ayuda a regular la temperatura
de sus cuerpos y les permite vivir en ambientes fríos a
pesar de carecer de pelo. Si sufren un impacto que
rompe un hueso, corren el peligro de que se produzca la
combustión espontánea del mismo y que su cuerpo se
consuma en llamaradas de fuego, aunque esto es
tremendamente raro.
Los Ylmarys son mucho más inteligentes de lo que
su actitud parece demostrar. Es cierto que pastan como
las vacas, pero también utilizan herramientas toscas, fabricadas
con materiales naturales. Establecen lazos de
parentesco muy fuertes, y todos cuidan de todos. Son
nómadas, y vagan sin cesar por todas las tierras. Esto les
causado muchos problemas, ya que otras especies no
están dispuestas a permitir sus continuas invasiones, por
muy pacíficas que sean, ni que acaben con los pastos de
su ganado. Viven en pequeños grupos familiares que
sólo se reúnen durante las temporadas de celo en primavera
y otoño. Los machos sufren una metamorfosis
durante esos días, creciendo de tamaño y convirtiéndose
en poco más que animales que acabarán con todo que
no huela o se parezca a una hembra de su especie. Son
tremendamente peligrosos y muy reticentes a morir, por
lo que son temidos por quienes alguna vez los han visto
en tal situación.
Los Taengryza
son más inteligentes,
y muchos
de ellos se
quedan en sus
grupos natales para
dirigirlos. Otros,
sin embargo, desean
descubrir lo
que el mundo puede
depararles, y no cesan
de viajar hasta que
encuentran un lugar
donde sentirse cómodos.
Son capaces
de controlar el
celo hasta unos
límites aceptables, y
pueden llegar a desarrollar habilidades
mentales rudimentarias aunque poderosas. Sus
inquietudes religiosas y filosóficas son mayores que las
de sus congéneres, y muchos de ellos se convierten en
clérigos y sacerdotes de numerosas deidades. Los
Ylmarys son animistas, y algunos de los Taengryza se
mantienen dentro de esas creencias, desarrollándolas y
potenciándolas hasta llegar al contacto con las entidades
espirituales que rodean el mundo.
No existe otra raza más xenófoba y poco comprensiva
que ésta en Gahaedha, exceptuando a los Hryeth. Sus
orígenes son oscuros, y corren muchos rumores sobre
extraños rituales y prácticas ya olvidadas. Sea como
fuere, se mencionan por primera vez en las historias de
la Era de la Sangre, en las profundas cavernas del Macizo
de Taechka, y desde ese momento el Mundo Sin Luz no
ha tenido paz. No tienen piedad ni compasión alguna
con sus adversarios, pero por lo general no son crueles
más allá de lo que cualquier otra especie lo es. Creen
que son las criaturas más aptas para dominar el
mundo, idea alimentada por su religión
mayoritaria basada en el culto a
Xlan-nuh, un Príncipe-Demonio
que mora en un Mundo Más
Allá de la Creación.
Nadie sabe a ciencia cierta
si existen varios grupos o
etnias distintas de
esta especie, pero
desde luego poseen numerosos
asentamientos bajos
las montañas de
Taechka, Navaetharu y
Nauthalarkka, lo suficientemente
alejados
como para que se produjera
la separación
cultural. Algunos afirman
haber visto
individuos sin pelo
corporal y otros con cabezas más estilizadas, o con el
hocico más pronunciado. Pero lo cierto es que pocos de
los que han osado entrar en los territorios de los Xyarjar
han regresado para contar lo que habían visto y aún
menos son creídos por sus congéneres.
El Xyarjar típico mide entre dos y dos metros y
medio de altura, pesa más de 150 kilos y tiene casi todo
su cuerpo cubierto por pelo corto y duro, aparte de dos
crines de pelo más largo que les recorren la espalda. Sus
articulaciones son tremendamente fuertes para soportar
los movimientos y el peso de sus extrañas extremidades
dobles. Son perfectamente capaces de ver en la oscuridad,
e incluso poseen ecolocación, lo que les permite
apreciar aún más lo que hay a su alrededor. Su olfato es
bueno, mejor que el de los Humanos o el de los
Kuannachta, pero mucho peor que el de otras criaturas
del Mundo Sin Luz.
Según se cree, sus sociedades está dividida en varias
castas cerradas, siendo los mentalistas y los sacerdotes
quienes poseen el control y el poder. Los primeros
tienen el pelaje blanco, un cráneo más desarrollado y
una constitución más débil, siendo terrible la capacidad
y el poder destructivo de las habilidades mentales que
son capaces de usar. Los segundos realizan ritos oscuros
para satisfacer la sed de su señor Xlan-nuh, y no dudan
en invocar Demonios y otras criaturas para que les ayuden
en sus oscuros propósitos. Por debajo de ellos están
los soldados, los artesanos, los siervos y, por último, los
esclavos. Mantienen una estricta norma que conocen
como Ley de la Pureza por la que
deben matar a todo aquel
extranjero que entre
en sus dominios sin
ser invitado. La vida
en sus asentamientos
no es nada
fácil y sólo los
más listos y
capaces consiguen
sobrevivir.
Algunos Xyarjar
son considerados parias
por sus congéneres
debido a
deformidades y son
expulsados de los
asentamientos a
muy tierna edad,
pues se cree que trae
mala suerte acabar con sus vidas. En la mayoría de los
casos, esta expulsión supone una sentencia de muerte
segura, ya que las cavernas y túneles del Mundo Sin Luz
están plagados de peligros. Pero a veces ocurre que estas
criaturas son encontradas y criadas por especies más
compasivas, convirtiéndoles en miembros adaptados a
sus comunidades, que no comparten ninguno de los rasgos
más salvajes y racistas del resto de los Xyarjar. Estos
descastados son llamados jhaj, y lo más normal es que
un Personaje jugador sea uno de ellos.
No hay trato o paz con los Hryeth. Nadie lo ha conseguido ni lo conseguirá porque los miembros de esta especie se creen los elegidos por su deidad para purgar Alkaendra del resto de los sintientes que lo pueblan. Desde sus madrigueras del Mundo sin Luz -que ellos consideran el arriba y no el abajo- llevan generaciones enfretándose a todo y a todos. Una clara muestra de su resistencia y eficacia está en que aún existen y en grandes números, pese a despertar la mayor hostilidad de entre todos los pensantes.
Desde tiempos inmemoriales han habitado en las Hryethaikkar, en donde nadie osa entrar. Nadie sabe a ciencia cierta cual es su número allí pero a juzgar por las periódicas invasiones que realizan por todo el noroeste deben ser ingentes. Desde la Era de la Sangre tienen asentamientos y nidos por las Nauthalarkka y las Selvas del Sur, en Taechkka y las Navaetharu, en Tyethsynnúma y en Tegu-ti-Ithwä. Allí donde hay montañas cavernosas, habrá casi seguro algún hryeth. Puede decirse que después de los humanos, son la especie mejor adaptada de todo Alkaendra.
Los Hryeth son grandes, superando los dos metros con facilidad. No poseen pelo. Su piel está recubierta por protuberancias óseas y dérmicas diferencias marcadamente según la región en la que habiotan, lo cual hace pensar a los eruditos que existe una relación con las condiciones ambientales. Poseen sensores térmicos y ecolocadores más potentes que los de ninguna otra criatura de Gahaedha, pero carecen de ojos y de gusto. Son hermafroditas estacionales, cambiando de sexo según las necesidades y los recursos del nido. Son la única especie inteligente que pasa por períodos de metamorfosis antes de llegar al estadío adulto inteligente.
No existe sociedad entre ellos como entienden otros seres. No hay castas, ni diferencias. No hay reinas, ni zánganos, ni obreras... Cada nido actúa como una mente única debido a la ingesta de un hongo que provoca que las sinapsis de sus cerebros generen un vínculo telepático que une sus pensamientos e incluso sus sensaciones y sentimientos: literalmente, lo que uno piensa o siente, lo piensan y lo sienten todos. La lejanía del conjunto de individuos del nido, provoca una progesiva animalización del hryeth que si es muy duradera se convierte en irreversible.
Estas criaturas poseen una religión basada en la creencia de que el hongo que les convierte en uno, es parte de la esencia del todo creador al que ellos llaman Chtoyakka. A pesar de que esta creencia es compartida por todos los nidos sin excepción, no hay una alianza permanente entre ellos. Lo normal es que hryeth de nidos distintos se ataquen sin compasión, sin mediar comunicación alguna ni telepática ni de ninguna otra forma. Misteriosamente, odian a todo y a todos lo que no sean su superyo nidal.
Los Ugara fueron una de las razas que primero vieron y sintieron la luz del sol en Alkaendra. Y su historia es la de un pueblo que podía haber sido grande pero que no supo enfrentarse a la historia y el mundo, y se quedó en un lento pero constante declinar. Derrotados en los primeros tiempos por los Añorados y los Kuannachta y masacrados por los Hryeth se alejaron más y más del mundo y se adentraron allí donde otros no querían.
Aunque menguantes, sus números aún son considerables en las Selvas del Sur, en las montañas Zandhari y en las Nauthalarkka. En otras regiones inhóspitas malviven pequeños grupos tribales muchos de los cuales desaparecen tras pocas generaciones de endogamia continuada. Sólo medran en un lugar del todo el continente: en las tierras de Inúe donde han establecido una relación cooperativa con las sociedad humana del lugar que les ha devueltop parte de la dignidad y de la magnificencia que en su día poseyeron.
Los Ugara son gigantes de más de tres metros de altura, con una fuerza y una resistencia terribles y legendarias. Existe un fuerte dimorfismo sexual, ya que las hembras rara vez superan los dos metros y medio de altura y pesan casi ochenta kilos menos. Pero en lo mental esta diferencia aún es mayor, pues ellas son las únicas de la especie que pueden utilazar el poder mental o divino. Su cuerpo está prácticamente cubierto de pelo salvo el pecho y el vientre, y este pelaje varía en logitud, color y forma a lo largo y ancho del continente. Poseen un olfato y un oído extraordinarios, pero son miopes. Algunos poseen la capacidad de simbiotizarse con algas en sus cerdad por lo que en determinadas condiciones pueden realizar la fotosíntesis, lo cual les confiere cierto grado de supervivencia en momentos de gran escasez.
Antaño llegaron a crear una civilación desarrollada, pero hoy en día no son más que salvajes y bárbaras tribus regidas por la ley del más fuerte o la más poderosa. Muchos han sido esclavizados por otras especies o incluso obligados a mendigar para sobrevivir. Por ellos aunque no son abiertamente hostiles como los hryeth, no suelen ser amistosos salvo con los Taengryza e Ylmarys. Sienten un odio racial y virulento contra los Kuannachta a los que culpan de su desgraciado sino.
Su culto a Shalgaad, el Señor de las Bestias, sangriento y primitivo, no ha hecho más que sumirlos en su declive y alejarlos del progreso que una vez conocieron.